sábado, 27 de junio de 2009

Sinfonía a toda orquesta

De cuanto y cuanto apolillado infolio

pude hacer monopolio

(afición y tarea de verdugo)

he sacado ya jugo.

Virreyes, frailes, damas, caballeros,

y ricos y pecheros,

mostraron, como en un calidoscopio,

traje y semblante propio.

Y ellos y yo charlamos sin lisonjas

ni escrúpulos de monjas,

y quedó toda su alma y su existencia,

para mí en transparencia.

Los vivientes de ayer fueron mejores

que los de hoy? -No, señores.

El hombre es siempre el mismo: cambia el traje,

pero nunca el pelaje.

Largo escribir pudiera del presente;

mas no es cuerdo que intente

en litigios meterme extemporáneos

con nuestros coetáneos.

Hay gente susceptible; y bien presume

que no ha de ser perfume

lo que podré quemar, de sus pretéritos

al relatar los méritos.

Mucho en mi siglo hallé, de bueno y malo;

pero no un varapalo

a llevar me resigno. Esta tarea

para otro siglo sea.

Tradicionista habrá que a lucir saque

a tanto badulaque

que hoy brilla en el político proscenio,

sin virtud y sin genio.

Cuántos que hoy buscan página en la historia

con un lampo de gloria

serán solo figuras de zarzuela,

tipejos de novela!

De apuntaciones guardo mamotretos(1)

que explotarán mis nietos

si se inclinan, mejor que a cascar nueces,

a rebuscar vejeces.

Lo que presente es hoy será pasado,

y ya no habrá menguado

que alce el moño y que salga haciendo el duelo

por un tatarabuelo.

El tocar hoy al siglo en que vivimos

es vid de agrios racimos;

y es lástima!, que hogaño hay cambullones

para mil tradiciones.

Yo lo intenté, confieso, y con ahínco;

y escribí cuatro o cinco,

y al punto me gritaron: - Caballero,

no toque ese pandero!

Ese de quien se ocupa fue mi tío;

sépalo, señor mío;

y si prosigue usted, con un trabuco,

por Dios!, que lo desnuco.

Con probar nada se echa en el bolsillo

que Fulano fue un pillo

o un santo, siquier sea de Pajares

o con nicho en altares. [256]

Conque así, no nos arme zalagarda,

que es borrico de albarda

quien por la historia y la verdad se inmola...

Deje correr la bola!

No se exponga a que digan: este Palma

bilis trae en el alma-,

y se complace en derramar veneno

sobre el renombre ajeno.

Siga usted siendo un buen pater-familias

y ayune las vigilias

si gusta, y no se afane dando guerra

a los que pudren tierra.

Bueno es que a usted, amigo, se le alcance

que se expone a un percance,

y poniendo la péñola en receso

probará su buen seso-.

Cierto! De hacerme odioso nada saco;

pues porque culto a Baco

dije que daba un prócer de la historia,

me vi hecho pepitoria.

Y eso que dije yo tan verdad era

como que hay en la esfera

celeste estrellas y astros infinitos

y cometas crinitos.

Dejemos, pues, pasar a otras edades

mentira por verdades:

no por andar rectificando errores

tengamos sinsabores.

Cuando aligero el tiempo se nos lleve

al siglo diez y nueve,

pasarán cien pigmeos e ignorantes

por sabios y gigantes.

Pues la verdad camina al retortero,

no tantos cantó Homero

héroes, ni sabios consignaron otros,

cual tendremos nosotros.

Mentiras aceptamos a montones

en nombres y en acciones.....

Oh siglo diez y nueve de alta gloria,

así saldrá tu historia!

Comulgar, siglo veinte!, es tu destino

con ruedas de molino:

manducarás, oh siglo mentecato!,

en vez de liebre... gato.

Guardemos, pues, la pluma. La serie esta

(de mis leyendas sexta)

la última acaso sea en que mi pluma

tinta y papel consuma.

Hacer yo me propuse populares,

hechos nada vulgares,

y exhumando esqueletos de difuntos,

a destajo hallé asuntos

para sacar del historial osario,

ya un tipo estrafalario,

ya una dama gentil, ya un hombre digno,

o ya un quidam maligno.

Cuantas de boca de locuaces viejas

pude escuchar consejas,

y cuantos en papeles, ya amarillos,

encontré chismecillos,

tantos fueron soberbios argumentos

para hilvanar mis cuentos;

y, al fin, según mi numen lo recela,

se me acabó la tela.

Hallaré filón nuevo? Dios lo sabe.

Por hoy cierro con llave

el arcón de corónicas henchido

y... abur!... que me despido.

RICARDO PALMA.

Miraflores, diciembre de 1880. [257]

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