jueves, 29 de junio de 2006

Cháchara

Dios te guarde, lector, que asaz benévolo

acoges de mi pluma baladí

las tristes producciones, que algún émulo

dirá pueden arder en un candil.

Muy poco me ha picado la tarántula

que llaman los humanos vanidad.

Yo escribo... porque sí -razón potísima,

tras ella las demás están de más.

El hombre no ha de ser como los pájaros,

que vuelan sin dejar su huella en pos.

¿Quién sube si me espera fama póstuma?

De menos ¡vive Dios! nos hizo Dios.

Yo sé que no se engaña, ¡voto al chápiro!,

de botones adentro un escritor,

y sé que mis leyendas humildísimas

no pueden hacer sombra a ningún sol.

¡Y hay tantos soles en mi patria espléndida,

y tanto y tanto genio sin rival!...

Por eso yo, que peco de raquítico.

les dejé el paso franco y me hice atrás.

Y pues ninguno en la conseja histórica

quiso meter la literaria hoz,

yo me dije: -señores, sin escrúpulo

aquí si que no peco, aquí estoy yo.

Fue mi embeleso, desde que era párvulo,

más que en el hoy vivir en el ayer;

y en competencia con las ratas pérfidas,

a roer antiguallas me lancé.

¡Cuánto es mejor vivir, dijo un filósofo,

en los tiempos que fueron! -Gran vendad.

Lector, si no te aburres con mi plática

permíteme la murria desfogar.

Tantas, en el presente, crudelísimas,

amargas decepciones coseché

que, a escribirlas, el alma por la péñola

gota tras gota destilara hiel.

Pero, a fe, que importárale un carámbane

al egoísta mundo mi aflicción,

y yo no quiero dar el espectáculo

de poner en escena mi dolor.

Y ya en prosa, ya en verso, de mi gárrula

pluma, años hace, no se escapa un ¡ay!

y para enmascarar mi pobre espíritu

recurro de la broma al antifaz.

Dejémonos de obtusos y rectángulos...

¿Quién no lleva en el alma espinas mil?

Toda, toda existencia es un epigrama

cupo chiste mejor está en morir.

Y el mundo que es del oropel idólatra,

que no ve más allá de su nariz,

dice, atendiendo a mi festiva cháchara:

-¡Pues, señor, este prójimo es feliz!

Dice bien. Cuando luce en los periódicos

tanto dolor rimado, en puridad

que ganas dan de contestar al pánfilo:

-Péguese un tiro y déjenos en paz.

—8→

Y luego, ¿qué provecho, en buen análisis,

saca la sociedad de que a un malsín

lo engañe una pindonga semitísica,

dando a otro quídam el ansiado sí?

¿A qué nos viene usted contando algórgoras

que a su almohada no más debe contar?

No estamos para lágrimas, y rásquese,

mi amigo, si le pica el alacrán.

¿Ni qué nos va ni viene en el intríngulis

de esos que dicen llenos de candor:

-Cruzo de la existencia por el báratro

más dolorido que el doliente Job?

¿No es tontuna quejarse porque un mísero

encuentre, en el amor y en la amistad,

escondido un almácigo de víboras?

Esas cosas son viejas como Adán.

Precisamente los que vierten lágrimas

en el papel, en mi concepto, son

contrabandistas del pesar, ridículos

histriones que remedan el dolor.

Basta. En buena hora sigan los románticos

lanzando de gemidos un tropel:

para mí, el mundo pícaro es poético,

poco en el hoy y mucho en el ayer.

En la que se halla lejos, un magnético

hechizo encuentra siempre el corazón;

pues dóranlo las luces de un crepúsculo

más bello que del alba el arrebol...

¡Oh! Dejadme vivir con las fantásticas

o reales memorias de otra edad,

y mamotretos compulsar solícito,

y mezclar la ficción con la verdad.

Y evocar a los muertos de sus túmulos,

y sacar sus trapillos a lucir,

y narrar sus historias, ya ridículas,

ya serias, ya con brillo o sin barniz.

Que en el siglo presente y los pretéritos

siempre irán en consorcio el bien y el mal,

y si en éstos de malo hubo muchísimo,

en el otro de bueno mucho no hay.

Esta serie tercera (y tal vez última,

por si no hallo más paño en qué cortar)

va tus manos, lector, sin grandes ínfulas:

no finco en ella presunción ni plan.

Ni aguardo que a mis nietos algún dómine

ha de enseñar el Christus abecé

en mis libros, y digan los muy títeres:

-¡Vaya, mucho nombre nuestro abuelo fue!

Mis libros piedrecillas son históricas

que llevo de la patria ante el altar.

He cumplido un deber. Saberlo bástame,

otros vendrán después: -mejor lo harán.

Lima, mayo de 1875

Ricardo Palma

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